Josetxu Riviere: "Hay que transformar la masculinidad para prevenir la violencia sexista"

Josetxu Riviere:

- ¿Hay una única manera de ser hombre, una sola masculinidad?

Creo que la idea es trabajar las masculinidades como una muestra de los comportamientos masculinos y, en ese sentido, aunque critiquemos la masculinidad hegemónica y más tradicional, con una serie de características propias, que fomentan la desigualdad, no intentar hacer un modelo rígido alternativo, que suponga que ahora el buen hombre o la nueva masculinidad tiene que ser un hombre que es padre, que es cuidador… que le gustan una serie de cosas. Más bien es desmontar y ofrecer otras alternativas diversas, y cada cual se identificará con una serie de aspectos y características de su vida construidas desde la igualdad. En esa medida es mejor, desde mi punto de vista, no construir modelos alternativos. Reconocer la diversidad que haga cómoda la vida de muchas personas y que muchos niños, varones, encuentren referentes distintos para hacer lo que realmente quieren hacer. Sea pintarse las uñas para ir al colegio, sea jugar a muñecas, sea jugar al balón, sea llevar una camisa de cuadros. Esa diversidad.

 

- ¿El poder es masculino?

La masculinidad siempre ha estado unida al ejercicio del poder, no al ejercicio del no poder. En ese sentido, la organización tradicional y de los siglos de nuestra historia demuestran que el poder se ha ejercido por los hombres pero que también sus valores se han construido por parte de los hombres. No es una cosa neutra. No es neutra ni por parte de los hombres ni por el sistema económico. La neoliberal es una manera de ejercer el poder que es distinta a la de la Edad Media, por ejemplo, o de otras experiencias comunitarias. Entonces tenemos que intentar ver cómo tiene sus propias reglas y esas reglas hacen que los hombres aprendamos más rápido. No todos los hombres, por supuesto. Muchos hombres aprenden más rápido las estrategias para el poder, porque son propias, las sienten como propias, han sido educados en ellas, que las mujeres, lo cual ya les separa. Las mujeres que entran en ese ejercicio del poder tienen que cumplir los mandamientos masculinos, mayoritariamente. Con lo cual, no importa el cuerpo que represente, ejerza ese poder. Pueden ser hombres o mujeres quienes estén visiblemente en ese lugar, pero las normas de liderazgo, las normas que articulan ese poder, los valores…, siguen siendo en masculino. Entonces, en esa medida, yo creo que hay que hacer una reflexión. A veces se piensa que más mujeres en el poder es un cambio a favor de la igualdad y dependerá de si esas mujeres tienen esos valores ideológicos alternativos y construyen otro modelo de poder. Y hay hombres que escapan del modelo de poder tradicional y construyen, como algunos los hay, construyen otros modelos y otro ejercicio del poder.

 

- ¿El machismo cambia de formas, se disfraza también para perpetuarse?

Yo creo que dentro de nuestra interpretación de la sociedad hoy, donde están las resistencias de los hombres y mujeres a los cambios, a la igualdad, es difícil encontrarse muestras del machismo hegemónico tradicional más fuerte, más duro: la mujer a casa a fregar, el hombre tiene que hacer todo lo que tiene importancia. Pero sí nos encontramos nuevas estrategias que, curiosamente, manejan la idea de la igualdad pero la manejan para seguir manteniendo la desigualdad. Y entonces van a utilizar la ciencia, por ejemplo, estudios -los hombres somos de Marte, las mujeres somos de Venus; el lado izquierdo del cerebro, el lado derecho- para justificar una idea que es muy vieja, que es que tenemos naturalezas distintas los hombres y mujeres, luego podremos hacer cosas distintas, la diferenciación sexual basada en la naturaleza. Utilizan estrategias también de nuevos discursos donde ellos aparecen como las víctimas. Van a aparecer, algunos autores le llaman neomachistas, postmachistas, bueno, el machismo del siglo XXI, los discursos más o menos sutiles tienen una formulación distinta, lo cual nos obliga también a estar atentos a esos discursos para desmontarlos, para tener un argumentando que los vaya desmontando.

 

- ¿Qué rol adjudica a los varones el amor romántico?

Se ha hecho mucha reflexión, cada vez se hace más, como una de las patas o los sostenes de la violencia en las relaciones de pareja, en las relaciones afectivo sexuales, del amor romántico y las mujeres. Yo creo que cada vez es más necesario reflexionar sobre dónde aprendemos los hombres el modelo del amor romántico, los mitos que hoy por hoy están muy fuertemente implantados en algunos hombres: los celos, la visión heroica, la conquista, en fin, todo ese tipo de construcciones sociales, que no dejan de ser construcciones sociales, y darles una vuelta y ver en qué medida esa asunción de valores genera desigualdad o no genera desigualdad en sus relaciones en las parejas heterosexuales. También me parece muy interesante ver cómo el amor romántico y sus mitos han colonizado las relaciones entre personas del mismo sexo, pero bueno, sería también para investigarlo, para ver qué pasa ahí con el maltrato y qué pasa. Pero fijarnos en los hombres es fijarnos en una construcción cambiante. Los modelos ahora han cambiado desde los modelos anteriores, pero que mantienen unas líneas de actuación que pueden ser muy normativas para muchos jóvenes, sobre todo, porque no vivimos el amor de manera igual ni nuestra ideología es la misma con la edad, pero también afecta a muchos hombres más mayores. Y darle una vuelta a eso, analizarlo, desactivar lo más duro para la igualdad y lo más duro para esos propios hombres, que también genera mucha frustración en algunos. En algunos. Pues yo creo que es muy interesante.

 

- ¿Todo es micromachismo?

Es un debate interesante. Ahora se ha popularizado el término micromachismo para señalar cualquier comportamiento sexista. Yo intentaría recuperar un poco la idea de Luis Bonino, por lo menos mi interpretación de Luis Bonino, cuando él define los micromachismos como una serie de estrategias de algunos hombres para mantener el poder. Son estrategias relacionales que el describe con mucha exhaustividad, además, pero que desde mi punto de vista no se dan o no se cumplen en muchas de las cotidianeidades en las que se plantean. Entonces, ya cualquier acto de sexismo es micromachismo. Me gusta más mantenerlo como él lo definía porque si no todo es micromachismo y a veces le otorgamos un carácter discriminatorio a cosas que, siendo un comportamiento sexista puede no tenerlas. Está dentro del debate de qué es violencia y qué no, todo es violencia, toda forma discriminatoria es violencia sexista, que yo creo que hay que afrontarlo, yo no comparto esa idea. Y la definición de micromachismo utilizando el origen del término me parece mejor porque llamando a algo sexista no es quitarle importancia, es llamarlo por su nombre.

 

- Continúan las resistencias para desarrollar políticas públicas de igualdad dirigidas a los hombres. ¿Son realmente inútiles? 

Parto de la idea de que el sexismo es algo que reproducimos el conjunto en la sociedad, en mayor medida o en menor medida, que afecta de formas diferentes a hombres y mujeres, y dentro de los hombres también de forma distinta a algunos colectivos de ellos, y que pensar que podemos cambiar esa situación sin contar con el 50% de la población es no cambiarlo. Entonces, debemos tener políticas dirigidas a los hombres, esfuerzos regulares a medio y largo plazo, dirigidas a fomentar y a que los hombres vayan hacia la igualdad en sus comportamientos cotidianos y en sus comportamientos colectivos. Y eso necesita de programas de igualdad, igual que necesita de programas otra serie de aspectos en favor de la igualdad. Creo que tienen que suponer una suma de presupuesto, no una resta de presupuesto, pero es dinero dedicado a la igualdad. La experiencia que tenemos quienes participamos en esos programas es que son útiles. Son programas que además hay que evaluar, hay que ver por donde pero, en todo caso, favorecen que los hombres se acerquen a la igualdad. No me he encontrado ninguna experiencia de programa dirigido por una institución a los hombres para favorecer la igualdad que haya conseguido lo contrario. Habrá conseguido más o menos, pero es evidente que ayuda en ese camino, junto con otras cosas que hay que hacer. No es contradictorio, para mí es complementario, pero es muy necesario. Muchos de los hombres no tienen un lugar donde hablar de la masculinidad, donde reflexionar sobre su sexismo o sus comportamientos. Se hace en la calle, se hace entre colegas. Se hace en confrontación muchas veces, con sus compañeras que se sienten discriminadas, insultadas o se sienten mal por sus comentarios. Y entonces, buscar una línea propia de actuación yo creo que es muy importante. Y en esa línea, además, que yo creo que ahora se dan las condiciones, también es importante que haya hombres que trabajen con otros hombres a favor de la igualdad, que se impliquen también con un cierto protagonismo en ese sentido.